+ Obispo José René Mancilla Rangel.

Rector

La formación teológica es fundamental en la vida del creyente y de manera particular es obligatoria para el ministro ordenado. Los seminaristas que se preparan para ejercer el sacerdocio deben tener los fundamentos teológicos sólidos, en un básico deseable, para acceder a las sagradas órdenes.

Por esta razón se ofrece un plan de estudios que parte de esta convicción eclesial, acorde a la formación teológica que deben recibir los candidatos que se han postulado como teólogos con miras a su inmediata consagración al ministerio de pastores.

El presente plan contempla un estudio conciso para que el teólogo reúna los requisitos académicos básicos que completen sus estudios. El protagonismo lo tiene el postulante quien debe sacar adelante el plan formativo para adquirir el conocimiento aquí ofertado. 

El Seminario en esencia es el medio por el cual la persona (candidato al ministerio ordenado, miembro activo) entra en relación dialogal con sus cohermanos (docentes y demás compañeros) para reflexionar y comprender desde la teología la vocación a la que Dios le ha de estar llamando; la propuesta (Revelación) en la cual y sobre la cual, la persona construye y encuentra el sentido de su existencia, la razón de su ser como individuo en relación con otros y con la Creación. Construir su respuesta (FE) a ese llamado de Dios, mediante la toma consciente de decisiones que la autoconstruye como ser corpóreo espiritual, como parte de un todo (Creación) y con la cual tiene una responsabilidad.

El Seminario es también la oportunidad que tiene la persona para conocer el camino que sus cohermanos están haciendo en relación con la persona de Jesús, en los diferentes contextos sociales y culturales donde discurre la vida de cada uno, como sacerdote, como esposo (a), como hijo (a), con las personas que Dios le coloca en su vida, en la labor pastoral y laboral. Gran riqueza es compartir el trasegar la existencia, los retos que ella nos depara, los proyectos que nos trazamos, las alegrías y las tristezas y en nuestro caso (miembros de la Congregación) las experiencias vocacionales y pastorales de nuestra identidad como institución católica apostólica independiente. El Seminario también es la vida de cada persona que libre y voluntariamente la comparte desde lo que es como ser humano.

El Seminario va más allá de ser la trasmisión de conceptos académicos para repetirlos posteriormente. Ya se ha afirmado que es la reflexión acerca de cómo sucede Dios, pero no cualquier dios, explícitamente el que nos ha mostrado Jesucristo con su forma de ser y hacer, el cual sucede, funciona, opera, realiza, se da, se ofrece constante y permanentemente dentro y fuera del ser humano y que no le ha otorgado su patente a religión alguna para que la registre como propiedad única y exclusiva de su institucionalidad.

Buscamos con el Seminario superar la distancia que nos separa físicamente, un reto que puede parecer difícil, pero que nunca será imposible porque partimos del hecho de que aunamos fuerzas para lograr el o los objetivos propuestos, porque llegamos a él con el deseo de formarnos, porque lo tomamos con seriedad y responsabilidad, porque nos mostramos sinceros y confiables, porque valoramos el esfuerzo de los docentes, de los estudiantes. Porque la persona lleva a su corazón, y en oración, a escuchar a Nuestro Padre Dios para discernir lo estudiado y lo compartido.

Respetando otras opiniones, no necesitamos enclaustrar años y años a las personas que Dios está llamando para día a día salvarlos de su propia finitud dentro de nuestra Congregación. No necesitamos desarraigarlos de su entorno social y familiar, a no ser que Dios se lo pida a la persona en su corazón. No hay razón para alejar a los candidatos y miembros activos de entablar relaciones con las personas del sexo contrario evitando a toda costa que se enamoren y Dios los llame al matrimonio y al ministerio sacerdotal al mismo tiempo, o elegir la vida célibe por convicción.